Saludos cordiales a todos ustedes. Gracias a Argentina y a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe por la oportunidad de dirigirme a esta reunión.
La historia humana está marcada por millones de momentos cruciales. Uno de esos momentos ocurrió hace 75 años, cuando se adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconociendo la dignidad y el valor inherentes a cada ser humano en nuestro planeta.
Estableció una visión rectora en la que los derechos humanos formarían la base de la libertad, la justicia y la paz.
Y brindó un faro de esperanza a un mundo que se recuperaba de la profunda devastación, desesperación y angustia de dos guerras globales.
En palabras de Hernán Santa Cruz, abogado chileno y uno de los redactores de la Declaración, los derechos humanos derivan del “hecho de existir”, no son otorgados por ningún Estado.
Esta región ha defendido los derechos humanos durante décadas.
El contingente latinoamericano y caribeño presente en la conferencia fundacional de la ONU en 1945 impulsó una agenda de derechos humanos y luego de eso, su región jugó un papel clave para lograr que los derechos económicos, sociales y culturales fueran incluidos en la Declaración Universal, haciendo de la indivisibilidad y la universalidad principios rectores del marco de derechos humanos. Todos los derechos para todos, sin importar dónde.
Colegas,
La Agenda 2030, el centro de su debate, se basa en la Declaración Universal.
Sin derechos humanos, no puede haber desarrollo sostenible. Hace tres semanas, esto fue reconocido por el Consejo de Derechos Humanos con la histórica resolución adoptada que enfatizó la urgencia de integrar los derechos humanos en los planes de los países para implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Esta resolución fue codirigida por Chile y Luxemburgo y copatrocinada por otros países de América Latina y el Caribe.
En un momento de múltiples y profundas crisis mundiales, esta resolución es crucial.
Ya hemos pasado la mitad del camino hacia 2030, pero estamos rezagados drásticamente. Los retrocesos en materia de derechos humanos se están acelerando en muchos países, en particular a medida que se siguen sintiendo las consecuencias y las réplicas de la pandemia de COVID-19.
La región de América Latina y el Caribe ha experimentado durante mucho tiempo algunas de las tasas más altas de desigualdad socioeconómica del mundo y ustedes han realizado estudios increíbles para proporcionar precisamente la base de evidencia sobre eso.
El COVID-19 profundizó estas brechas, con las consecuencias económicas y de salud de la pandemia afectando de manera desproporcionada a mujeres, pueblos indígenas, personas afrodescendientes, personas mayores, personas detenidas, personas LGBTIQ+, así como refugiados y migrantes.
Millones de personas se hundieron aún más en la pobreza extrema, agravada, en diversos grados, por sistemas de salud y seguridad social débiles, instituciones frágiles, diversificación limitada de las economías y una gran cantidad de trabajadores informales.
Recuperarse de la pandemia requiere más que estabilización económica y crecimiento. Requiere que los esfuerzos económicos para reconstruir mejor estén infundidos en los derechos humanos. Significa contrarrestar las desigualdades y realizar plenamente los derechos económicos, sociales y culturales. Significa presupuestos y políticas centradas en los más vulnerables y marginados. Y significa priorizar la atención universal de la salud y la protección social, el acceso a la educación y la sostenibilidad de nuestro planeta.
También debemos ir más allá de los promedios nacionales al desglosar los datos. Mejores datos significan mejores políticas para acabar con las desigualdades.
Y necesitamos empoderar a las personas, incluidas aquellas que han sido marginadas, para que participen activamente en los procesos políticos.
Los esfuerzos nacionales deben ir acompañados de solidaridad mundial, en el espíritu del derecho al desarrollo. Una arquitectura financiera mundial que se ajuste a su propósito, que permita a los Estados ampliar el espacio fiscal para los derechos humanos y el desarrollo sostenible, es absolutamente crucial. La iniciativa Bridgetown, encabezada por el Primer Ministro de Barbados, es un ejemplo positivo que hace exactamente eso.
Colegas,
El 75º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es una oportunidad para reavivar la promesa de los derechos humanos para todos. La iniciativa Derechos Humanos 75 de mi Oficina tiene como objetivo crear un consenso renovado, y mundial, sobre la agenda global de derechos humanos.
Espero trabajar con todos ustedes, y cuento con su apoyo, para lograr esta visión crítica.
Como saben, los resultados de este foro regional se incorporarán a las próximas discusiones globales sobre los ODS. Como líderes de la región de América Latina y el Caribe presentes aquí hoy, sus voces son vitales para recordarle al mundo que los derechos humanos son las herramientas más poderosas que tenemos a nuestra disposición para salir de la crisis y forjar un nuevo comienzo.
Les deseo discusiones productivas y satisfactorias.